Con el paso de los días la leche se clara hasta ser blanca. Sin embargo, no es tan blanca como la leche de vaca y es menos densa, precisamente porque ésta es muy rica en proteínas. También es más transparente, porque es más oleosa y rica en grasas, que favorecen el correcto desarrollo psicofísico del niño durante su primer año.
Diariamente, la mamá puede producir de 7 a 120 mililitros de calostro. Por tanto, la cantidad de alimento producido en los primerísimos días de vida es verdaderamente muy variable, porque la glándula mamaria segrega calostro en función del peso y de las necesidades nutricionales del niño.
Sólo en una fase sucesiva, cuando se pasa del calostro a la leche madura, se produce un delicado proceso conocido como "calibración". En la práctica, la leche se modifica en cantidad y calidad, según el apetito del pequeño y sus exigencias específicas.
Por esta razón la frecuencia y la duración de las tetadas son tan importantes, para dar la señal justa a la siguiente producción de leche. Es como si el niño, tomando un cierto número de comidas y una determinada cantidad de leche, diese las "órdenes" para las siguientes. Un motivo más para favorecer la lactancia a demanda, que permite a la mamá y al bebé conocerse recíprocamente y sintonizar sobre un ritmo de demanda-oferta que responde perfectamente a las exigencias naturales del niño.
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